lunes, 18 de noviembre de 2013

Encuentro con un heteroflexible



Mi encuentro con él tuvo lugar en el norte del país. No nos conocíamos. Durante el día no charlamos. Fue de noche cuando logramos tener aproximación y tertuliar un poco ¿Quién era él? Aun terminaba su carrera universitaria, hizo alarde de ser heterosexual, contando que salía con una chica extranjera, que de vez en cuando sexeaban y que era ingenioso en la cama. La información me dejó un poco agitado.   
 
Noté su buen sentido del humor, sin embargo, le cuestioné comentarios sexistas y machistas. No le agradó tanto la idea, pero se mostró respetuoso. Él preguntaba poco sobre mí, y yo aprovechaba para hacerle más preguntas porque contestaba sin reparo, sobre todo, eso de ser ingenioso en la cama.

Me habló de trabajo voluntario comunitario, de su ideología política y ser tolerante con quienes profesaban otra. De pronto me preguntaba como afrontaba el fío norteño, sonreí y le dije que estar con suéter lo decía todo.  

Luego más se unieron a la conversación y perdí el tono  intimista con él. Sin embargo, no me aparté de su lado, y los encuentros de nuestras miradas ya tenían un toque distinto, y eso me gustó.

Él me resultaba ser como una de esas típicas fantasías de adolescente. Su apariencia era la de un chico masculino, que va al gym o que hace ejercicios con frecuencia. Usaba camisola y sus brazos, pecho y abdomen se veían sólidos. Y un toque de sensualidad, desde mi punto de vista, lo daban unos tatuajes en sus brazos. 

Yo me sentía desinhibido por completo, creo que como nunca, él me interesaba y no se lo ocultaba. Él lo percibía y en ningún momento me evitó. 

Poco a poco, los demás fueron desapareciendo de escena y volvimos a estar solo los dos. Su mirada era tan penetrante, que nuestros cuerpos acabaron conectándose, ya no solo a través de miradas.

Disfruté ser espectador de su cuerpo sin ropa y estimularlo con mis inquietas y curiosas manos, ¡cómo obviar una felación! Para mí eso era más que suficiente, pero no para él, quien me sorprendió como todo un jinete, dándose lugar a la unión total de nuestros cuerpos ¡Vaya que sí, era ingenioso en la cama! 

Fue mi primera vez, si la primera vez que sucedió por voluntad y deseo propio. No me enamoré de él, ni él de mí. Simplemente, reaccionamos y materializamos nuestros deseos. Luego de nuestro encuentro, cada quien retornó a su camino. Él a reencontrarse con su chica, y yo a escribir sobre esta aventura.

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