“Le doy la bienvenida a Bob al tenebroso (…)
mundo de los adultos. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus
crisis de nostalgia”.
Juan Carlos Onetti
El fantasma de la muerte me
da tanto pero tanto pánico. Conocí de él cuando tenía 6 años, cuando un día de
enero de 1997 falleció mi papa chepe, mi abuelito materno.
Él vivía cerca de mi casa y
frecuentemente llegaba a pasar el día. Me acuerdo que era bien afectivo y
jueguetón conmigo y mi hermano. También le gustaba la tranquilidad. Solía irse a
un espacio del patio de la casa a leer el diario con alguna taza de café o un
refresco que mi mama preparara.
Mi papa chepe era un maestro
de obra muy buscado, claro que con el pasar de los años en su cuerpo, fue
desplazando lo laboral. Recuerdo que a veces que salía con mi mamá y pasábamos
en el bus por ciertos lugares ella me decía “mirá, esa casa la construyó mi papa”.
De hecho, parte de mi casa todavía pudo contribuir en el diseño y construcción.
Un día que desperté y
pregunté dónde andaba mi mama, mi tía me dijo que andaba con mi papa chepe en
el hospital y que estaba esperando que volvieran para saber cómo se encontraba
él porque se había puesto “malito”. Durante el día fueron llegando a la casa
otros familiares.
Yo empecé a ver eso todo
extraño. “Falleció mi papa” alcancé escuchar de pronto entre mis tías, tíos,
primas y primos más grandes que yo, acompañado de abrazos y llanto
incontrolable. Yo observaba con
detenimiento todo lo que pasaba, pero no comprendía bien lo sucedía. Me puso
nervioso cada escena que presenciaba.
Se me parecía inexplicable
como una persona con la que tenía vinculación afectiva y con la que días antes
había estado jugando, de un momento a otro “falleció”.
Por decisión familiar fue
velado en mi casa. Dentro del ataúd solo lo vi una vez. Le pedí a mi papa que
me chineara para alcanzar a ver porque no tenía mucho tamaño para hacerlo por mi
propia cuenta. Fue un impacto grande verlo dentro de ese ataúd, inmóvil. Voltee
la cara al instante.
No me gustó verlo así y
reclamé con mucho enojo a “Dios”, en mi mente, que porqué me había dejado sin
mi papa chepe. Pasé haciendo eso casi todo el tiempo que duró la vela, y luego
del entierro. Yo no quería ver a mi mama sufriendo ni a nadie de mi familia.
Tampoco podía imaginarme no compartir ni un día más tiempo con mi abuelito.
En estos días de marzo, 18
años después de ese trago amargo en la infancia, el fantasma de la muerte
volvió a pasar por mi familia. Esta vez se llevó a mi mama conchita, mi abuela
materna. Todo fue muy distinto. Ya no era el niño aquel de 6 años que no
comprendía las cosas que suceden en el
mundo de los adultos y las adultas.
Estaba consciente del estado
grave de su salud. Que su enfermedad había sido diagnosticada en fase avanzada en
la que no había mucho por hacer para prolongar su vida, según dijera el personal
médico que atendió su caso y pues, no hicieron casi nada.
También tenía claridad de
que ella por haber sucumbido en una cultura de cuidados hacia otros y otras
durante toda su vida, la atención de su salud ocupó un plano de menor
relevancia, es decir, “de sí para el
resto”, sumado a los tabúes y desinformación que giran en torno a la salud
sexual y reproductiva, todo eso la colocó en una situación de alto riesgo.
Sí. Todo fue distinto esta
vez. Veía el sufrimiento en la familia, más de cerca el de mi mama que el año
de ajetreo hospitalario y de atenciones especiales a mi abuelita, ella no la
abandonó y alteró su rutina para estar al pendiente el máximo de tiempo que
pudiera, significando esto también un impacto en su salud.
Me tocó ser parte de
pláticas duras: cementerio, bóveda, ataúd. Que conversaciones más escalofriantes. Debíamos estar "preparadas y
preparados" con todo lo que implicaba una muerte que podía ocurrir en cualquier instante.
La enfermedad fue
progresando sin piedad y el estado de salud mi mama cochita fue en empeorando. Entre
tantas limitantes económicas en la familia se hizo lo más humanamente posible
para contrarrestar el dolor hasta el último momento que viviera. Acompañándola,
platicando con ella, consintiéndola y siguiendo las recomendaciones médicas
(privadas ante lo poco que se logró con el sector público) al pie de la letra.
Era lo más justo, luego de
años de entrega y sacrificios que asumió como parte de la naturalización del
modelo de la madre-abuela-bisabuela abnegada que se inculca en sociedades
machistas y patriarcales.
Ella educó a tres
generaciones (hijas/os, nietas/os, bisnietas/os) y asumió muy regia el
liderazgo en la familia todo el tiempo, con mi abuelo y en ausencia de él. Fue
clave para reunir a la familia en diversas fechas conmemorativas: su
cumpleaños, día de la madre, navidad, fin de año. Disfrutó mucho de esos
emotivos momentos, con hijas, hijos, nietos, nietas, bisnietos, bisnietas, amigas
y amigos cercanos y cercanas a ella. Le encantaba tener a la familia
visitándola.
Pude verla partir, así como
ella me vio venir al mundo cuando atendió el parto de mi mama del cual nací yo,
en el que trabajó mucho porque fue de alto riesgo, y sin ser médica, con sus
saberes de partera, pudo controlar la situación.
La muerte es algo que a
todas y todos nos llegará, lo sé, pero verla y sentirla de cerca, pensar en
ella, da tanto pánico, sobre todo porque el duelo no es solo por
la muerte de quien se va, si no también por el dolor de las y los que quedan.
Me ha tocado montón gestionar esta pérdida con serenidad (al menos en cuanto a
lo expresivo). Si algo he aprendido estos días es que este papel es necesario
en medio del desconsuelo en la familia, sin embargo, el cuerpo me indica que hay que buscar apoyo para gestionar de la mejor todas las emociones que se me rebaten.
La historia de mi mama
conchita me conmueve y me mueve. Me inspira en mi activismo feminista, porque desde luego la cosmovisión machista
en la que fue criada la privó del autocuido. Y nos dijo
adiós. Murió muy serena y rodea da la familia en su casa, a cómo ella lo pidió.
Seguirá en nuestros más preciados recuerdos.
Gracias infinitas a las personas que de una u otra manera estuvieron preguntando cómo iba todo, a quienes se enteraron y llegaron a dar abrazos confortantes a la familia, y quienes enviaron virtualmente y mediante llamadas o mensajes su pésame.
*Fotos tomadas en su
último cumple, 8 Diciembre 2014