Comenzaba mis años de pubertad
cuando tuve el chance de conocer Muy Muy, Matagalpa. Fue mi primera fuga de la
ruidosa Managua, de hacer maletas para dormir fuera de casa por varios días, de
realizar el recorrido más extenso en bus, de tener una historia distinta de mis
vacaciones de la escuela.
Luis fue quien provocó este
escape. Él era de Muy Muy y vino a estudiar su carrera universitaria a Managua.
Llegó a mi casa por petición de un primo mío, que era amigo de él, quien
solicitó a mi mamá la posibilidad de hospedaje solidario porque ya no le estaba
alcanzando para la renta.
Luis viajaba a su tierra
cuando tenía vacaciones de la universidad y nos invitaba a ir a conocer a su
casa y pasar unos días, él lo veía como retribución al apoyo que tenía en casa.
Por un tiempo compartió cuarto conmigo y luego le acondicionaron otro espacio.
Cuando mi mamá le tomó la
palabra de viajar a Muy Muy, me llevó con ella. Obvio que iba emocionado. Fue
para mí una aventura memorable: el frío, el verdor de los paisajes, la comida,
la hospitalidad, el transitar por otras tierras, respirar intensamente en esos
vientos norteños, conocer más allá de la burbuja capitalina.
La casa de Luis estaba en la
entrada de Muy Muy, cerca de la terminal de buses. Su mamá -maestra, costurera
y panadera- le había invertido a la casita para contar con lo necesario. Era
ella con apoyo de su mamá y hermanas quienes contribuían a los estudios de este
chico y la crianza de sus otros tres hermanos.
Frente a su casa había un
cerro bien arbolado. Ese paisaje aún lo conservo intacto en mis recuerdos. Disfrutaba
la vista matutina y en las noches era común tertuliar en el corredor, con esa
vista y la compañía del frío nocturno.
Uno de sus hermanos
rápidamente mostró simpatía conmigo y me despertaba cada día a las cinco de la
mañana para ir a traer leche recién ordeñada a la finca de su abuelo. El camino
era largo pero encantador. Quebradas, variedad de árboles, gente camino a sus
trabajos que saludaban o sonreían con este muchacho y conmigo. Lo que si me
resultaba aterrador era el entrar a la finca: pasar entre un montón de vacas
que temía me hicieran algo, aunque si bien nunca pasó ningún evento que
lamentar.
Aquí me la pasé comiendo
delicias: frijol camagua con cuajada, gallo pinto cocido con crema, güirilas,
tamales, elotes, atol.
Conocí el río La Cruz. Luis y
sus hermanos nos mostraron atajos para ir a zonas del río donde podía darse un
chapuzón -bueno yo con mi panita, solo era un adolescente que no sabía nadar-.
El trayecto era extenso y se debía cruzar muchos cercos, un puente y enramadas.
Fue hermoso al llegar. Una zona boscosa, el sonido del recorrido del agua entre
las piedras, el estado frío del caudal. Este río contaba una historia de duelo
en esta familia: hace unos años había muerto por ahogamiento uno de los
hermanos y ya no lo frecuentaban como antes.
Entre otros sucesos que
compartir, una de las noches cuando todos dormían, quedé viendo televisión con
los muchachos de esta familia. De pronto, cambiando canales, pasaron por uno
que había pornografía –heterosexual- y ya no cambiaron más y yo… y yo… ¿qué
creen? ¡Era mi primera vez con semejantes escenas frente a mis ojos!
Nunca antes había visto
cuerpos completamente sin ropa en plena relación sexual. Sobre todo, no había
visto un cuerpo masculino con sus rincones más ocultos expuestos a la cámara
sin censura y ahí fue donde se centró mi atención. Entre la pena, la curiosidad
y el placer, me disfruté aquellas escenas que me quedaron grabadas.
Me dio escalofríos, así como
cuando cae agua bien fría sobre el cuerpo en la ducha matutina. Me erecté, me
humedecí, tenía cara de susto. Vimos ese canal hasta que cerró programación.
Ese viaje significó mucho. Fue
la primera vez que me oxigené en tierras norteñas, de tener un encuentro
cercano con la naturaleza, despertar con el canto de aves, conversar con gente del
campo. Aquí descubrí la pornografía, reafirmé mi atracción por cuerpos
masculinos, en aquellos años de pubertad cuando “eso” era mi secreto. Luego de
un tiempo, Luis se fue de la casa y perdió contacto. Y también, luego de un
tiempo ser homosexual dejó de ser un secreto para mí.
Imagen tomada de http://www.mapasnicaragua.net/muy-muy_matagalpa.html |
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