No me da pena compartir que desde
el pasado mes de septiembre pase a ser un ciudadano más fuera del empleo
formal. No obstante, mis responsabilidades laborales culminaron hasta el mes de
diciembre, tiempo en el que metí candela para cerrar sin cabos sueltos esa faceta.
El tener la mente ocupada aun sin tener ingresos financieros, me funcionó como mecanismo de defensa para
no agobiarme por la condición de desempleado. Y con mis ahorros pude subsistir
hasta cierto momento.
Pero la crisis tenía que llegar,
y por supuesto, hizo de las suyas. Les digo que uno de los fantasmas más
temibles con los que un joven profesional puede enfrentarse en la vida es el
desempleo. Y como si ese flagelo no fuera suficiente, se suman los constantes
interrogatorios de gente que está más pendiente de la vida de otras/os que de
las suyas, que suelen preguntarte ¿y ahora qué harás? ¿Seguís sin pegue? Y en
sus interrogatorios no escuchás ¿puedo apoyarte en algo?
Sí, el desempleo es fatal. De
pronto escuchás en tu casa que se fue el gas, que ya es tiempo de cancelar la
matrícula de la sobrina abandonada por sus padres o alistarla para la escuela, del toque de Carga Cerrada en El Caramanchel, o se te acaba el plan de mensajes de texto, y
uno se las tiene que hacer del ciego, sordomudo plan Shakira xD.
Y qué tal tratar de conciliar el
sueño. Eso resulta una completa batalla, pensando y recontrapensando en gente a
quien contactar, lugares que visitar, y abatirse en el duro dilema ¿o algo de
lo mío, o lo que salga?
Por un momento se me ocurrió “pero
tenés tantas redes de amigas/os, contactos en organismos de sociedad civil y en
agencias de cooperación, que han sido espacios donde has acumulado experiencia
laboral, y con frecuencia hay licitaciones para consultorías o vacantes para
trabajo fijo”. Y fue cuando me decidí a escribir a algún que otro de esos
contactos, pero que va, si acaso clavaban el visto en el imbox o se limitaban a
un “ok”. Aunque otros de alguna manera
me están compartiendo información.
Y así me sumergí al empleo
informal. No es una forma estable para subsistir, pero hace que uno pueda tener
ingresos dignamente. Con ello agradezco enormemente a esas personas que han
reconocido mi potencial y me han buscado para cosillas sobre lo mío.
A la fecha decidí no agobiarme,
pero tampoco detener la búsqueda. Y he puesto atención al lado claro del desempleo. Me he dado cuenta de lo indispensable que
es el amor para sobrevivir en la vida.
He podido desapegarme de lo
tóxico. He tenido el chance de fortalecer vínculos afectivos con mi familia,
con mis amistades. Me he podido entregar sin contratiempos a labores de
voluntariado social y he disfrutado mucho, no saben cuánto, ver a niñas/os
contentos de degustar gratuitamente una comida nutritiva, cosa que en sus
hogares no siempre pueden tener.
He podido integrarme más a luchas
políticas que creo justas y también aportar a otras/os desde los conocimientos
que he adquirido en mi paso por espacios de juventudes. Me he juntado con
otras/os jóvenes y hemos coincidido en lo bonito que es ponerle acción a
nuestras ideas para denunciar lo que huele mal y transformar para bien
colectivo lo que sea necesario para vivir bien, pero de veras.
Mi cuarto tiene el orden que la
esclavitud laboral me impedía. Está disminuyendo la lista de libros de mi
bitácora literaria que aguardaban en lista de espera. He tenido chance de
reencontrarme con esas viejas e inolvidables amistades del cole, pero sin duda
alguna que la compañía que más que he saboreado ha sido la que me he dado yo
mismo.
Sí, es feo estar fuera del empleo
formal, pero hay otras formas de jugarse la vida. Todo está en evitar caer por
sobre todas las cosas del mundo en el bloqueo mental. Y así le voy, con
proyectos individuales y colectivos sobre rieles, acompañado fuertemente de mi
familia, amigas/os y otras/os aunque con sigilo, están ahí pendientes, a su
manera y eso me llena de buena vibra.
Quiero cerrar citando un
planteamiento que solía compartirnos en el aula de clase uno de mis grandes
maestros, que fue tutor de me tesis monográfica, y que me recordara recientemente
por email “hay dos formas de transitar la
vida: con ética o sin ella. Siempre y
cuando tengás claridad del terreno que pisás, tu norte nunca cambiará en tu
brújula ética”.
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