Cuando era niño me dijeron en la Iglesia que el cuerpo era un templo sagrado.
Bajo ese discurso, me moldearon
negando mis deseos.
Mi cuerpo se llenó de miedos, de
culpas, de incertidumbres.
Por este cuerpo, han atravesado
múltiples abusos y violencias.
Ha acumulado mucho.
Por muchos años, fue espejo de mis
excesos, de mis silencios, de mis heridas abiertas.
Mucha gente fue cruel.
Yo no supe cuidarlo.
Este cuerpo ha resistido mucho.
En medio de tanto, ha sido vital
para sentirme y darme cuenta que existo, que estoy vivo, que estoy aquí, y que
no estoy solo.
Este cuerpo sigue siendo espejo de
mis crisis y de mis pasos para sanar lo que duele.
Lo siento, lo cuido, lo escucho, le
agradezco.
Abrazo fuerte todas sus formas.
Lo libero del miedo, de la culpa y
las burlas.
Este es mi cuerpo.
Es un templo sagrado.
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