“Cuando
alguien te
dice, arréglate
mujer, pero ponte un
poquito de
tacón, te
está invitando
a que te
veas como un
ser que tal
y como eres, no eres
suficiente”
Ana de Miguel Álvarez,
Filósofa española.
Este año participé en
la marcha del día internacional de la mujer usando tacones, junto a
un grupo de jóvenes provenientes de diez municipios del país, de
zonas rurales y urbanas, donde el Movimiento Juvenil Nicaragüita (MJN) sostienene alianzas.
La idea surgió en un
proceso reflexivo sobre Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos
facilitado por el Programa Feminista La Corriente, donde los hombres nos planteamos el compromiso
de asumir nuestra responsabilidad ante el problema de la violencia
que sufren las mujeres, al reconocer que somos nosotros quienes más
irrespetamos la autonomía de la mujer.
En los talleres
desarrollamos temas como las
causas
estructurales
de
la
violencia
de
género
y
su
impacto
en
las
relaciones
privadas
y
públicas
entre
hombres
y
mujeres,
mitos,
prejuicios
y
tabúes
sobre
el
cuerpo
y
la
sexualidad,
análisis
del
peso
que
los
fundamentalismos
religiosos
tienen
sobre
el
cuerpo
y
la
sexualidad;
de
manera
que
ampliamos perspectivas
y
en
la
medida
que
avanzábamos
en
contenidos,
tuvimos
oportunidad de debatir, dentro y fuera de los talleres, sobre el por
qué usar tacones, y llegábamos a varias conclusiones.
A manera general, la
iniciativa consistió en demostrar la apertura de hombres para
autocuestionarnos y destruir ideas interiorizadas, como el machismo
infundado en nuestra educación y formación como “hombres”, que
desde una ideología patriarcal, se nos coloca en una posición de
poder frente a la mujer, visualizándola como un ser inferior, que
podemos poseer en el momento que se nos plazca.
Reflexionamos que los
tacones son una imposición del sistema, es decir, si un hombre es
bajo de estatura, eso puede superarse si es inteligente, y asunto
resuelto; pero en caso de la mujer, éstos “errores” en el cuerpo
tienen un costo muy alto, que para “corregirlos” debe de correr
muchos riesgos.
La mujer se ve sometida a
“arreglar” de alguna manera sus “defectos”, para no
desencajar del modelo estereotipado de belleza femenina. Es decir,
matarse de hambre para no perder la figura, porque una mujer pasada
de peso es una mujer descuidada, aunque esto traiga consigo daños
severos en su metabolismo, y afecte la confianza en sí misma; tendrá
que maquillarse para presentarse en público, sobre todo si es para
búsqueda de trabajo o lograr la permanencia en éste, y en caso
particular de los tacones, los necesitará para no sentirse baja, por
muy incómodo que resulte usarlos, o para olvidarse por un momento de
su condición de inferioridad ante el hombre por su condición de ser
mujer.
Además pensamos que
usando tacones, mostraríamos, de una manera simbólica, ese repudio
como hombres ante cualquier forma de violencia a las que están
expuestas las mujeres. Por ejemplo, la violencia callejera. Eso que
llamamos “piropos” son una forma de acoso sexual, dado que se
percibe a la mujer como un objeto y mercancía, irrespetándose su
libertad de vestirse y caminar de la manera que desee. Quedando
claro como en nuestra sociedad las mujeres reciben halagos por su
cuerpo, pero extrañamente por su inteligencia.
También llegamos a
dialogar posturas sobre lo que no pretendíamos demostrar usando
tacones. En primer lugar, no tratamos de ponernos en los zapatos de
las mujeres, porque aparte de que pensamos que los tacones son una
imposición del sistema, es imposible hacerlo. Tampoco se trata de
mostrar compasión, lástima, apoyo, solidaridad. Mucho menos tratar
de ser el foco de atención. Y para no generar confusión alguna, los mensajes de nuestras pancartas aludían a lo que sí buscábamos para
no generar confusiones sobre nuestro fin.
Sabemos que no es fácil
desaprender comportamientos que se nos han enseñado como “normales”
en los hombres, no obstante, estamos más que seguros que de la
manera que los aprendimos, así podremos desprendernos de ellos y
empezar a “renunciar a ser
machistas”, tal como el lema que creamos los
hombres que nos dispusimos a marchar con tacones en el Día
Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, acompañando diversas
expresiones de movimientos feministas y pro Derechos Humanos en
Nicaragua.
En la medida en que los
hombres reconozcamos nuestros comportamientos agresivos, pero más
que esto, que hagamos nuestro mayor esfuerzo para sustituir esa
violencia y transformarla en afectividad; que aprendamos que la
comunicación no violenta
es la mejor manera de solucionar problemas y no mediante
gritos, amenzas, golpes; que reconozcamos que somos personas
equivalentes, de ésta manera estaremos en un buen camino para
desarrollar relaciones basadas en la igualdad de género y de
oportunidades.
Me siento satisfecho,
porque en particular no tuvimos pena alguna por usar tacones, pues
eso no determina ser hombre o no serlo. Quizás no fue un gran número
de hombres quienes nos aventamos, pero quienes lo hicimos fue de
manera muy consiente en cuanto a la responsabilidad que tenemos para
frenar toda forma de violencia contra las mujeres, en la casa, en la
cama, en la comunidad, la calle, el trabajo, la escuela, la
universidad, en el bus... en todo lugar.
He de compartir que me resultó algo doloroso y complicado hacer el recorrido con tacones, en general a todos, aun así cumplimos con la meta planteada. Esto hace pensar mucho en lo que la violencia implantada por el sistema, y la ejercida por hombres contra las mujeres general en las mujeres. Como esa violencia resulta doloroso para ellas... soportar insultos, golpes, privaciones a la autonomía, al placer sexual, a la toma de decisiones y lo complicado que debe se romper el silencio, buscar apoyo, poner fin a la relación con el agresor, denunciar. Marcharía otra vez con tacones, y apuesto a integrar otras iniciativas más concretas, orientadas a batallar desigualdades como éstas, esperando también que seamos más en ésta lucha, así como CISAS e IDSDH se unieron a ésta marcha de hombres con tacones.