lunes, 30 de enero de 2017

Datos que debemos saber sobre abuso sexual en Nicaragua

El feminismo como teoría crítica y acción política, ha hecho posible nombrar, visibilizar y denunciar el abuso sexual como una violación a los derechos de las mujeres, desmitificando pensamientos que justifican a los agresores sexuales y que culpabilizan a las víctimas.
El abuso sexual constituye uno de los mecanismos de opresión del sistema patriarcal, es decir, una de las expresiones de la violencia machista que ocurre en un marco de relaciones desiguales de poder, afectando principalmente a niñas, niños, adolescentes y mujeres, así como a los cuerpos que, desde un imaginario sexista y misógino son feminizados.
Mujeres encabezan peritajes de abuso sexual
De acuerdo al Observatorio sobre los derechos humanos de la niñez y la adolescencia nicaragüense de CODENI [1], a nivel centroamericano Nicaragua ocupa la segunda posición de los países con el mayor índice tasas de denuncias por delitos sexuales.
Auscultando las estadísticas del año 2015 [2] que proporciona el Instituto de Medicina Legal (IML), relacionadas a peritajes médico-legales en la investigación de delitos contra la libertad e integridad sexual en Nicaragua, se refleja que son las mujeres quienes en mayor índice están siendo víctimas del abuso sexual.
De 4 mil 326 peritajes registrados durante el 2015, 3 mil 800 fueron mujeres, correspondiendo a un 87.84%524 fueron hombres, siendo un 12.11% y un 0.11% de esos peritajes se presentan “sin datos”. Cabe mencionar que en estas estadísticas no se incluyen a aquellas personas que desde el miedo, la vergüenza, la culpa o la poca credibilidad en operadores de justicia, no han denunciado a sus agresores sexuales.
Rita Laura Segato (2010) al estudiar la estructura de género y el mandato de la violación en su libro “Las estructuras elementales de la violencia”, nos proporciona elementos valiosos para comprender por qué son los cuerpos de las mujeres quienes mayormente sufren de esta forma de dominación patriarcal.
Esta autora arguye que la violación puede ocurrir “como castigo o venganza contra una mujer genérica que salió de su lugar, esto es, de su posición subordinada y ostensiblemente tutelada en un sistema de estatus” (p. 31). En este sentido “la violación se percibe como un acto disciplinador y vengador (…) la violación es además un castigo y el violador, en su concepción, un moralizador” (p. 31).
Precisamente en el mes de octubre 2016 un titular de La Prensa decía “Mata a joven porque no quiso sexo” [3]. Esta noticia relava ese carácter “disciplinador y vengador” del que habla Segato que está presente en los imaginarios de los agresores sexuales. Cabe destacar que tal titular no está orientado a sensibilizar frente la gravedad de esta forma de violencia machista, sino más bien, retoma la justificación del femicida, constituyendo esto lo que la misma Segato nombra como la pedagogía de la crueldad reproducida por los medios de comunicación [4].
Niñas, niños y adolescentes las principales víctimas del abuso sexual
Al desagregar las edades de las víctimas de abuso sexual, se encuentra que son niñas y adolescentes quienes encabezan las estadísticas en peritajes de abuso sexual del IML, a como vemos a continuación: 0 a 13 años 2 mil 77 (48,1%); 14 a 17 años 1 mil 363 (31.51%); 18 a 22 años 378 (8.74%); 23 a 25 años 318 (7.35%); 36 a 50 años 123 (2.84%); 51 a 59 años 25 (0.58%); 60 a más 39 (0.90%); sin datos 3 (0.07%).
El hecho que sean niñas, niños y adolescentes quienes ocupan el mayor registro de peritajes, revela que el estatus es un elemento predominante en esta problemática. Desde los lentes de Segato, el control y sometimiento es “derivado de un pensamiento regido por el estatus” (p. 29) donde “el polo jerárquico se constituye y realiza justamente a expensas de la subordinación del otro” (p. 31).
Las personas adultas y que gozan de los privilegios del estatus –edad, poder económico, poder religioso, poder político, etc.- se aprovechan de la vulnerabilidad que suponen las personas a quienes deberían garantizarles condiciones de protección, seguridad y libertad, en este caso, niñas, niños y adolescentes.
En esta misma línea Segato agrega que la violación es “(…) el derecho natural de apropiación del cuerpo femenino cuando se le percibe en condiciones de desprotección, vale decir, el afloramiento de un estado de naturaleza” (p. 31). Solo en Nicaragua, en los últimos 10 años más de 16 mil niñas menores de 14 años han sido víctimas de violencia sexual y han sobrellevado embarazos impuestos a consecuencia de la violación[5].
Hombres predominan como agresores sexuales
Segato afirma que la violación como mandato masculino puede presentarse “como una demostración de fuerza y virilidad ante una comunidad de pares, con el objetivo de garantizar o preservar un lugar entre ellos probándoles que tiene una competencia sexual y física (…) se trata más de la exhibición de la sexualidad como capacidad viril y violenta que de la búsqueda de placer” (p. 33).
Retomando las estadísticas del IML, y asociándolo con lo que refiere Segato, son conocidos, novios y familiares quienes en mayor índice resultan ser los agresores sexuales. Esta información además hace contrapeso al mito que los hogares son los lugares más seguros para niñas, niños y adolescentes. También este dato evidencia que son hombres quienes predominan como agresores sexuales.
A quienes denuncian las víctimas como abusadores sexuales son: conocidos 37%, novio 15%, otro familiar 13%, desconocido 7.9%, padrastro 7.2%, padre 4.2%, pareja 3.8%, expareja 1.6%, exnovio 1.1%, hijo 0.4%, madrastra 0.1%, madre 0.1%.
Queda mucho por hacer 
El modelo hegemónico de masculinidad instaurado en el imaginario social colectivo requiere ser cuestionado y transformado. Como lo dice la campaña “Ser violento te hace menos” del Programa Feminista La Corriente “los hombres son los principales responsables de acabar con la violencia machista”.
El Estado, los medios de comunicación, los hombres y la sociedad en su conjunto, deben asumir compromisos para prevenir/erradicar esta forma de violencia machista.
El abuso sexual afecta día a día. Es una necesidad urgente que se reconozca el impacto de la cultura de violación instalada en Nicaragua, hacerlo visible daría más aristas para auscultar el abuso sexual como un problema que afecta la dimensión de la integridad de las niñas, niños, adolescentes y mujeres.
Los medios de comunicación tienen una deuda pendiente en cuanto a abordar de manera responsable esta problemática. El abuso sexual es una realidad.  No se trata de hechos aislados ni de un espectáculo.
Bibliografía
Anuario 2015. Instituto de Medicina legal. Encontrado en http://www.poderjudicial.gob.ni/pjupload/iml/pdf/Anuario_2015.pdf
[2] En la página del IML http://www.poderjudicial.gob.ni/iml/anuarios.asp aún no se encuentra disponible el anuario 2016.
[4] “En los medios existe una pedagogía de la crueldad”. Encontrado en http://perio.unlp.edu.ar/node/4602
[5] Cada día abusan de 4 niñas en Nicaragua, según estudio. Encontrado en: http://www.laprensa.com.ni/2016/10/26/nacionales/2123318-cada-dia-abusan-de-4-ninas-segun-estudio