¿Qué es ser hombre? Con toda certeza comparto que el cuestionamiento que hoy tengo referente a esta interrogante se aleja a lo que pasaba por mi mente y experiencia de vida de hace 3 años. A mis veinte años no había tenido noviazgo, no “piropeaba” a las mujeres que pasaban cerca de mí, ni recorría sus cuerpos con la mirada, no hablaba de “mi mujer ideal”, no había tenido relaciones sexuales, y ello pesó mucho para ser considerado “raro” por personas que mediante conversaciones conmigo llegaban a conocer ciertos detalles sobre mí, algunos eran personas muy cercanas, y a mis espaldas rumoraban para unir piezas en un rompe cabezas que crearon por la curiosidad sobre mi orientación sexual.
A ese calificativo
“raro” que los demás me atribuían,
habría que sumarle que ni mi manera de hablar, ni mi forma de caminar cabía en
el esquema del “hombre macho”. No tenía historial de novias, ni de chicas con las que había tenido relaciones sexuales, no hablaba de que tipo de
chicas prefería ni de posiciones sexuales favoritas, a diferencia de otros chicos “heteros” que se movían en mi círculo universitario y de trabajo.
Mi autoestima no
estaba en la mejor situación. Era una persecución constante el poner
en evidencia sobre lo que sexualmente me motivaba. Yo no sentía ningún deseo de
definirme, de hecho, la gente definió mi orientación sexual antes que yo me
diera la oportunidad de emprender un viaje de cuestionamientos y exploraciones.
Me sentía
constantemente atacado pues, de parte de mis amistades de la universidad eran
frecuentes las preguntas ¿Y no te gusta ni una chica? ¿Cuándo pensás tener
novia? ¿Qué esperás? Debo compartir que mis amistades universitarias, las más
cercanas eran chicas. Estos cuestionamientos a veces eran acompañados de
burlas, incluso de imitaciones de mi forma de hablar. Fue el momento de
autoestima más bajo que hasta hoy en día podría decir que he tenido.
Solo una persona
supo de esta crisis de autoestima por la que pasé. Recuerdo que ella y yo convertimos una
libreta en un diario en el que solamente los dos escribíamos. Un día lo llevaba yo a
mí casa, otro día ella, abordamos diversidad de temas de nuestras historias de
vida. Hubo un día que por sugerencia de ella, decidimos dejar de escribirnos y
hablar cara a cara, pues creíamos habernos conocido mucho mediante el diario de dos. El
nuevo método no funcionó, y luego, sosteníamos conversaciones no constantes vía
chat o personalmente, hasta que llegamos a perder la comunicación.
En aquellos tiempos
mentía, para evitar recibir más ataques, al menos eso suponía. Trataba de
demostrar que las burlas o los cuestionamientos referentes a mi orientación
sexual, no me afectaban en nada. Nunca contestaba lo que querían saber, si
acaso, aun ni yo tenía respuesta. Les contestaba con un no sé, o solo sonreía, y en otras ocasiones afirmaba que sentía
atracción por chicas, pero que si estaba solo era porque así me gustaba estar.
Cuando llegué a
tener contacto más cercano con hombres
fue laboralmente. Los caminos de la vida me llevaron a un espacio de "promoción y defensa de Derechos Humanos",
con liderazgos mayormente de hombres, y con un "discurso" de igualdad y equidad.
Sin embargo la amistad que desarrollé con los hombres en este espacio fue de lo
más toxico que he conocido.
Me conocían por
referentes de la universidad, y rumoraban el mismo tema respecto a mí. Por
ejemplo, decían que sostenía “una
aventura” con un compañero de trabajo asumido abiertamente gay, por la afectividad en el trato de ambos.
Para conocer “la verdad” acosaron con
llamadas telefónicas a personas cercanas a mí, porque eran tan cobardes que no
me lo preguntaron nunca frente a frente.
Pero esto fue de
las últimas situaciones, creo que me he adelantado mucho. Hay un episodio del
que es parte de esa gran lista de recuerdos no gratos pero que sus aprendizajes me dejaron. Un día, en este espacio
laboral, las dudas sobre lo que “era o no
era” llegaron a un punto extremo que este grupo de hombres me invitó a “una noche
solo de hombres”. Todos ellos tenían pareja, y me hicieron jurar que lo que
pasara esa noche nunca lo contara a nadie más, “todo quedaría entre hombres”.
Yo acepté el trato
y salimos. Era mi primera experiencia de convivencia entre hombres fuera del
trabajo, y me pareció una manera de aceptación de ellos hacia mí. Empezamos la
estación en un bar capitalino. Comíamos y bebíamos cerveza cuando de pronto uno
de ellos, el mayor del grupo, dijo que
tenían preguntas hacia mí. Empezaron a bolearse quien me las diría. Yo empecé a
sospechar a qué se iban a referir las preguntas.
El menor del grupo,
que nos conocíamos por la universidad, tomó la palabra, y empezó a decir, lo
que más que preguntas, era una lista de lo que se rumoraba de mí. Que no me
conocían novia, que tampoco mostraba interés por buscar con quién salir, y que
compañeros y maestros de la universidad rumoraban, o mejor dicho, afirmaban que
yo “me la comía”. Los demás empezaron
a decir que también lo venían notando, “sos o no sos”, “sos miel o sos abeja”, eran expresiones que externaban esa noche.
“Sentí el frío de una hoja de acero en mis
entrañas” como diría Becker en una de sus rimas. Tragué fuerte. Sentí los
señalamientos de todos hacia mí. No sabía que contestar. Y volví a mentir. Creí
que esas personas se alejarían de mí de contestar con afirmación lo que se
rumoraba de mí, y negué todo. Dije que eran percepciones erradas sobre mí.
Aquellos fingieron haber quedado satisfechos, sin embargo luego me di cuenta
que no era así. Venía “la prueba de la
“hombría”.
Nos movilizamos y la
segunda estación fue un night club. Nunca había estado en un lugar que se pareciese a lo que allí vi. El
mayor de todos preguntó cuanto costaba contratar los servicios sexuales de una
de las bailarinas y trató de negociar el costo. Sí, pretendían pagar para que
estuviera con una de las chicas que trabajaba en ese centro nocturno. Les
pareció muy caro y dejaron de hablar de ello. A cada quien se le acercó una
bailarina, quienes andaban en ropa interior y con tacones. Ellas hacían conversación,
yo no supe de qué hablar con la chica que se me acercó a mi y al pedirme un cigarrillo y yo preguntarle
cuanto costaba se levantó, camino hacia otra mesa y me saco la guatusa. Luego me explicaron que de
lo que ella consumiera mientras estaba conmigo, un porcentaje era para ella.
Supuse que por verme inseguro, se molestó y me dejo.
Habían varias
pantallas plasma con pornografía explicita y al centro del night club mujeres bailando y quitándose la
ropa al ritmo de Guns N` and roses. Acá
estuvimos lo que duraron dos medias de ron. Pero la historia no acabó acá.
Decidieron pasar
por un punto de concentración de trabajadoras sexuales, elegir a una chica,
pagar por sus servicios, pagar incluso un motel, para que yo sostuviera
relaciones sexuales con ella. En aquel momento se me vinieron a la mente las
ITS, Vih-Sida, el miedo que otra persona viera mi cuerpo sin ropa, el
sentimiento de que no quería estar con alguien que no conocía y no sentía
atracción, motivación, afecto, y sobre todo el hecho de pagar para sostener
sexo con otra persona. Para aquellos era un “acto de buena fe” y para mí una lucha conmigo mismo.
Parquearon el auto
y negociaron con una chica. Ella subió
con su madrota al auto. Llegando al motel no les pareció que cobrase antes del servicio y regresaron a dejarla.
Conversaron con otra chica y les pareció bien la oferta. Mintieron diciendo que era mi cumple y que me dejara
satisfecho. Subió al auto con su madrota, y nos dirigimos nuevamente al motel.
El mayor de todos bajó a pagar en recepción y un trabajador de aquel lugar me
llevó a mí y a la chica a un cuarto. Todos esperaron junto con la madrota en el
auto hasta que saliéramos.
¿Qué pasó dentro
del cuarto? Pues quisiera mejor terminar este relato enfatizando en la manera
que la sociedad concibe lo que es ser hombre, la presión social que existe para
dar continuidad al esquema heteronormativo, y la manera en que se rechaza todo
lo que no encaje en este tóxico modelo.
Desde la
perspectiva machista ser hombre es quien tiene un gran historial de parejas,
quien tiene novia, pero aparte sostiene relaciones sexuales con otras chicas,
el que toma licor y aguanta, el típico seductor, el que “piropea” a toda mujer que pase cerca de él, el que tiene poder de
posesión sobre la mujer porque simplemente es hombre, aunque esto signifique
ejercer violencia hacia ellas o matarlas.
Tres años después, puedo
compartir que conocer teorías feministas y queer, involucrame en ciclos reflexión sobre
derechos sexuales, salud reproductiva, procesos de trasformación psicosocial, conocer a
personas que conocen a profundidad sobre estos temas, sostener tertulias con
ellas, y las vivencias del día a día, me llevaron a replantearme
mis búsquedas, en lo que quiero y deseo para mí. Me deje rodear por quienes me
quieren tal y como soy, y de quienes aprendo mucho, distanciándome de quienes
me parecieron tóxicos. Ha sido saludable.
Soy hombre y me
gustan algunos chicos, pero de pronto tengo un sueño húmedo con una chica. Me
he sentido motivado sexualmente por determinado chico, pero de pronto la
inteligencia de una chica me seduce. He tenido prácticas sexuales con ambos
sexos, y en ambos casos he sentido placer. No me defino, incluso, hasta mi
nombre es una imposición. Me gusta nadar contra la corriente, cuestionar “mis privilegios” y dar lo mío en la
construcción de una sociedad libre de machismo.
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