lunes, 21 de octubre de 2013

La prueba de la hombría



¿Qué es ser hombre? Con toda certeza comparto que el cuestionamiento que hoy tengo referente a esta interrogante se aleja a lo que pasaba por mi mente y experiencia de vida de hace 3 años. A mis veinte años no había tenido noviazgo, no “piropeaba” a las mujeres que pasaban cerca de mí, ni recorría sus cuerpos con la mirada, no hablaba de “mi mujer ideal”, no había tenido relaciones sexuales, y ello pesó mucho para ser considerado “raro” por personas que mediante conversaciones conmigo llegaban a conocer ciertos detalles sobre mí, algunos eran personas muy cercanas, y a mis espaldas rumoraban para unir piezas en un rompe cabezas que crearon por la curiosidad sobre mi orientación sexual.

A ese calificativo “raro” que los demás me atribuían, habría que sumarle que ni mi manera de hablar, ni mi forma de caminar cabía en el esquema del “hombre macho”.  No tenía historial de novias, ni de chicas con las que había tenido relaciones sexuales, no hablaba de que tipo de chicas prefería ni de posiciones sexuales favoritas, a diferencia de otros chicos “heteros” que se movían en mi círculo universitario y de trabajo.

Mi autoestima no estaba en la mejor situación. Era una persecución constante el poner en evidencia sobre lo que sexualmente me motivaba. Yo no sentía ningún deseo de definirme, de hecho, la gente definió mi orientación sexual antes que yo me diera la oportunidad de emprender un viaje de cuestionamientos y exploraciones.

Me sentía constantemente atacado pues, de parte de mis amistades de la universidad eran frecuentes las preguntas ¿Y no te gusta ni una chica? ¿Cuándo pensás tener novia? ¿Qué esperás? Debo compartir que mis amistades universitarias, las más cercanas eran chicas. Estos cuestionamientos a veces eran acompañados de burlas, incluso de imitaciones de mi forma de hablar. Fue el momento de autoestima más bajo que hasta hoy en día podría decir que he tenido.

Solo una persona supo de esta crisis de autoestima por la que pasé. Recuerdo que ella y yo convertimos una libreta en un diario en el que solamente los dos escribíamos. Un día lo llevaba yo a mí casa, otro día ella, abordamos diversidad de temas de nuestras historias de vida. Hubo un día que por sugerencia de ella, decidimos dejar de escribirnos y hablar cara a cara, pues creíamos habernos conocido mucho mediante el diario de dos. El nuevo método no funcionó, y luego, sosteníamos conversaciones no constantes vía chat o personalmente, hasta que llegamos a perder la comunicación.

En aquellos tiempos mentía, para evitar recibir más ataques, al menos eso suponía. Trataba de demostrar que las burlas o los cuestionamientos referentes a mi orientación sexual, no me afectaban en nada. Nunca contestaba lo que querían saber, si acaso, aun ni yo tenía respuesta. Les contestaba con un no sé, o solo sonreía, y en otras ocasiones afirmaba que sentía atracción por chicas, pero que si estaba solo era porque así me gustaba estar.

Cuando llegué a tener contacto más  cercano con hombres fue laboralmente. Los caminos de la vida me llevaron a un espacio de "promoción y defensa de Derechos Humanos", con liderazgos mayormente de hombres, y con un "discurso" de igualdad y equidad. Sin embargo la amistad que desarrollé con los hombres en este espacio fue de lo más toxico que he conocido.

Me conocían por referentes de la universidad, y rumoraban el mismo tema respecto a mí. Por ejemplo, decían que sostenía “una aventura” con un compañero de trabajo asumido abiertamente  gay, por la afectividad en el trato de ambos. Para conocer “la verdad” acosaron con llamadas telefónicas a personas cercanas a mí, porque eran tan cobardes que no me lo preguntaron nunca frente a frente.

Pero esto fue de las últimas situaciones, creo que me he adelantado mucho. Hay un episodio del que es parte de esa gran lista de recuerdos no gratos pero que sus aprendizajes me dejaron. Un día, en este espacio laboral, las dudas sobre lo que “era o no era” llegaron a un punto extremo que este grupo de hombres me invitó a “una noche solo de hombres”. Todos ellos tenían pareja, y me hicieron jurar que lo que pasara esa noche nunca lo contara a nadie más, “todo quedaría entre hombres”.

Yo acepté el trato y salimos. Era mi primera experiencia de convivencia entre hombres fuera del trabajo, y me pareció una manera de aceptación de ellos hacia mí. Empezamos la estación en un bar capitalino. Comíamos y bebíamos cerveza cuando de pronto uno de ellos, el mayor del grupo, dijo  que tenían preguntas hacia mí. Empezaron a bolearse quien me las diría. Yo empecé a sospechar a qué se iban a referir las preguntas.

El menor del grupo, que nos conocíamos por la universidad, tomó la palabra, y empezó a decir, lo que más que preguntas, era una lista de lo que se rumoraba de mí. Que no me conocían novia, que tampoco mostraba interés por buscar con quién salir, y que compañeros y maestros de la universidad rumoraban, o mejor dicho, afirmaban que yo “me la comía”. Los demás empezaron a decir que también lo venían notando, “sos  o no sos”, “sos miel o sos abeja”, eran expresiones que externaban esa noche.

Sentí el frío de una hoja de acero en mis entrañas” como diría Becker en una de sus rimas. Tragué fuerte. Sentí los señalamientos de todos hacia mí. No sabía que contestar. Y volví a mentir. Creí que esas personas se alejarían de mí de contestar con afirmación lo que se rumoraba de mí, y negué todo. Dije que eran percepciones erradas sobre mí. Aquellos fingieron haber quedado satisfechos, sin embargo luego me di cuenta que no era así. Venía “la prueba de la “hombría”.

Nos movilizamos y la segunda estación fue un night club. Nunca había estado en un lugar que se pareciese a lo que allí vi. El mayor de todos preguntó cuanto costaba contratar los servicios sexuales de una de las bailarinas y trató de negociar el costo. Sí, pretendían pagar para que estuviera con una de las chicas que trabajaba en ese centro nocturno. Les pareció muy caro y dejaron de hablar de ello. A cada quien se le acercó una bailarina, quienes andaban en ropa interior y con tacones. Ellas hacían conversación, yo no supe de qué hablar con la chica que se me acercó a mi y al pedirme un cigarrillo y yo preguntarle cuanto costaba se levantó, camino hacia otra mesa y me saco la guatusa. Luego me explicaron que de lo que ella consumiera mientras estaba conmigo, un porcentaje era para ella. Supuse que por verme inseguro, se molestó y me dejo.

Habían varias pantallas plasma con pornografía explicita y al centro del night club mujeres bailando y quitándose la ropa al ritmo de Guns N` and roses. Acá estuvimos lo que duraron dos medias de ron. Pero la historia no acabó acá.

Decidieron pasar por un punto de concentración de trabajadoras sexuales, elegir a una chica, pagar por sus servicios, pagar incluso un motel, para que yo sostuviera relaciones sexuales con ella. En aquel momento se me vinieron a la mente las ITS, Vih-Sida, el miedo que otra persona viera mi cuerpo sin ropa, el sentimiento de que no quería estar con alguien que no conocía y no sentía atracción, motivación, afecto, y sobre todo el hecho de pagar para sostener sexo con otra persona. Para aquellos era un “acto de buena fe” y para mí una lucha conmigo mismo.

Parquearon el auto y  negociaron con una chica. Ella subió con su madrota al auto. Llegando al motel no les pareció que cobrase antes del servicio y regresaron a dejarla. Conversaron con otra chica y les pareció bien la oferta. Mintieron diciendo que era mi cumple y que me dejara satisfecho. Subió al auto con su madrota, y nos dirigimos nuevamente al motel. El mayor de todos bajó a pagar en recepción y un trabajador de aquel lugar me llevó a mí y a la chica a un cuarto. Todos esperaron junto con la madrota en el auto hasta que saliéramos.

¿Qué pasó dentro del cuarto? Pues quisiera mejor terminar este relato enfatizando en la manera que la sociedad concibe lo que es ser hombre, la presión social que existe para dar continuidad al esquema heteronormativo, y la manera en que se rechaza todo lo que no encaje en este tóxico modelo.

Desde la perspectiva machista ser hombre es quien tiene un gran historial de parejas, quien tiene novia, pero aparte sostiene relaciones sexuales con otras chicas, el que toma licor y aguanta, el típico seductor, el que “piropea” a toda mujer que pase cerca de él, el que tiene poder de posesión sobre la mujer porque simplemente es hombre, aunque esto signifique ejercer violencia hacia ellas o matarlas.

Tres años después, puedo compartir que conocer teorías feministas y queer, involucrame en ciclos reflexión sobre derechos sexuales, salud reproductiva, procesos de trasformación psicosocial, conocer a personas que conocen a profundidad sobre estos temas, sostener tertulias con ellas, y las vivencias del día a día, me llevaron a replantearme mis búsquedas, en lo que quiero y deseo para mí. Me deje rodear por quienes me quieren tal y como soy, y de quienes aprendo mucho, distanciándome de quienes me parecieron tóxicos. Ha sido saludable.

Soy hombre y me gustan algunos chicos, pero de pronto tengo un sueño húmedo con una chica. Me he sentido motivado sexualmente por determinado chico, pero de pronto la inteligencia de una chica me seduce. He tenido prácticas sexuales con ambos sexos, y en ambos casos he sentido placer. No me defino, incluso, hasta mi nombre es una imposición. Me gusta nadar contra la corriente, cuestionar “mis privilegios” y dar lo mío en la construcción de una sociedad libre de machismo.

Un día escuché a alguien decir que el machismo es como el eucalipto, y en efecto así lo es. Mientras no reconozcamos que el machismo afecta tanto a mujeres como hombres, que el machismo mata, será difícil identificar y prácticar otras maneras de convivir en igualdad y equidad. 










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