Estando acostados, nos
acomodamos en nuestros cuerpos. Nos abrazamos, entrecruzamos nuestras
piernas. Nos hicimos suaves masajes en nuestras cabezas con nuestros
dedos, también en la espalda. Sin decirnos palabra alguna, nos
besamos, por largo tiempo, como nunca supe que podía besar, ni como nunca pensé ser besado. Sus suaves
labios, los movimientos de su lengua, encontrándose con la mía,
todo resultó tan adictivo que no podía poner resistencia a que el
momento acabara. Besó mi cuello, dio leves mordidas, también en mi
barbilla. El roce de su barba afeitada me erizaba la piel. Me resulto agradable. Su
respiración y mi respiración se acoplaron al mismo ritmo. Luego nos
cubrimos del frío con el calor de nuestros cuerpos. El alargó su
brazo para que yo recostara mi cabeza, y con el otro abrazó mi
espalda. Yo también eche mi brazo sobre su espalda, entrecruzamos
nuestras piernas, nos abrigamos, y nos preparamos para dormitar. Y
así rostro a rostro, sintiendo la respiración yo la de él y él la
mía, cuerpo con cuerpo, nos entregamos al mundo onírico y luego
llegó el amanecer poniendo fin al momento. Lo diferente a mis
comunes despertares, es que no se trataba de un sueño :)
lunes, 19 de agosto de 2013
Risotadas
No siempre río por que
todo me cause gracia. De hecho no siempre río igual. Crecí en una
sociedad que me criticó el llorar cuando sentía la necesidad de
hacerlo. Por enojo, dolor, por ser regañado, castigado, fajeado,
chilillado, sentenciado, por malacrianza, miedo, incertidumbre,
felicidad o por tristeza. Por la simple razón que ser llorón no era
cosa de hombres. Sería mentiroso decir con exactitud cuando la risa
sustituyó mis lágrimas. No lo recuerdo la verdad. De pronto la risa pasó a ser
el medio transmisor de mis estados de ánimo. Aveces con excitación y aveces con melancolía. Comportamiento que muchas/os me cuestionan, sobre todo si empiezan a conocerme, pero así soy yo. Y no siempre río por que todo me cause gracia. No
todo es bonito en la vida. Solo es una forma en la que aprendí
expresar emociones y sentimientos, y que se volvió parte de mi
personalidad. Creo que de pequeño lloré mucho, que mis lágrimas se
secaron, pero las reservas ahí están, porque sí, he llorado ya de
grande, pero no tanto como he reído.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)