No siempre río por que
todo me cause gracia. De hecho no siempre río igual. Crecí en una
sociedad que me criticó el llorar cuando sentía la necesidad de
hacerlo. Por enojo, dolor, por ser regañado, castigado, fajeado,
chilillado, sentenciado, por malacrianza, miedo, incertidumbre,
felicidad o por tristeza. Por la simple razón que ser llorón no era
cosa de hombres. Sería mentiroso decir con exactitud cuando la risa
sustituyó mis lágrimas. No lo recuerdo la verdad. De pronto la risa pasó a ser
el medio transmisor de mis estados de ánimo. Aveces con excitación y aveces con melancolía. Comportamiento que muchas/os me cuestionan, sobre todo si empiezan a conocerme, pero así soy yo. Y no siempre río por que todo me cause gracia. No
todo es bonito en la vida. Solo es una forma en la que aprendí
expresar emociones y sentimientos, y que se volvió parte de mi
personalidad. Creo que de pequeño lloré mucho, que mis lágrimas se
secaron, pero las reservas ahí están, porque sí, he llorado ya de
grande, pero no tanto como he reído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario