viernes, 20 de marzo de 2015

♪ ♩ Irse es volver a volver ♪ ♩


 “Le doy la bienvenida a Bob al tenebroso (…) mundo de los adultos. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia”.
Juan Carlos Onetti

El fantasma de la muerte me da tanto pero tanto pánico. Conocí de él cuando tenía 6 años, cuando un día de enero de 1997 falleció mi papa chepe, mi abuelito materno.

Él vivía cerca de mi casa y frecuentemente llegaba a pasar el día. Me acuerdo que era bien afectivo y jueguetón conmigo y mi hermano. También le gustaba la tranquilidad. Solía irse a un espacio del patio de la casa a leer el diario con alguna taza de café o un refresco que mi mama preparara.

Mi papa chepe era un maestro de obra muy buscado, claro que con el pasar de los años en su cuerpo, fue desplazando lo laboral. Recuerdo que a veces que salía con mi mamá y pasábamos en el bus por ciertos lugares ella me decía “mirá, esa casa la construyó mi papa”. De hecho, parte de mi casa todavía pudo contribuir en el diseño y construcción.

Un día que desperté y pregunté dónde andaba mi mama, mi tía me dijo que andaba con mi papa chepe en el hospital y que estaba esperando que volvieran para saber cómo se encontraba él porque se había puesto “malito”. Durante el día fueron llegando a la casa otros familiares.

Yo empecé a ver eso todo extraño. “Falleció mi papa” alcancé escuchar de pronto entre mis tías, tíos, primas y primos más grandes que yo, acompañado de abrazos y llanto incontrolable. Yo observaba con detenimiento todo lo que pasaba, pero no comprendía bien lo sucedía. Me puso nervioso cada escena que presenciaba.

Se me parecía inexplicable como una persona con la que tenía vinculación afectiva y con la que días antes había estado jugando, de un momento a otro “falleció”.

Por decisión familiar fue velado en mi casa. Dentro del ataúd solo lo vi una vez. Le pedí a mi papa que me chineara para alcanzar a ver porque no tenía mucho tamaño para hacerlo por mi propia cuenta. Fue un impacto grande verlo dentro de ese ataúd, inmóvil. Voltee la cara al instante.

No me gustó verlo así y reclamé con mucho enojo a “Dios”, en mi mente, que porqué me había dejado sin mi papa chepe. Pasé haciendo eso casi todo el tiempo que duró la vela, y luego del entierro. Yo no quería ver a mi mama sufriendo ni a nadie de mi familia. Tampoco podía imaginarme no compartir ni un día más tiempo con mi abuelito.

En estos días de marzo, 18 años después de ese trago amargo en la infancia, el fantasma de la muerte volvió a pasar por mi familia. Esta vez se llevó a mi mama conchita, mi abuela materna. Todo fue muy distinto. Ya no era el niño aquel de 6 años que no comprendía las cosas que suceden en el mundo de los adultos y las adultas.

Estaba consciente del estado grave de su salud. Que su enfermedad había sido diagnosticada en fase avanzada en la que no había mucho por hacer para prolongar su vida, según dijera el personal médico que atendió su caso y pues, no hicieron casi nada.

También tenía claridad de que ella por haber sucumbido en una cultura de cuidados hacia otros y otras durante toda su vida, la atención de su salud ocupó un plano de menor relevancia, es decir, “de sí para el resto”, sumado a los tabúes y desinformación que giran en torno a la salud sexual y reproductiva, todo eso la colocó en una situación de alto riesgo.

Sí. Todo fue distinto esta vez. Veía el sufrimiento en la familia, más de cerca el de mi mama que el año de ajetreo hospitalario y de atenciones especiales a mi abuelita, ella no la abandonó y alteró su rutina para estar al pendiente el máximo de tiempo que pudiera, significando esto también un impacto en su salud.

Me tocó ser parte de pláticas duras: cementerio, bóveda, ataúd. Que conversaciones más escalofriantes. Debíamos estar "preparadas y preparados" con todo lo que implicaba una muerte que podía ocurrir en cualquier instante. 

La enfermedad fue progresando sin piedad y el estado de salud mi mama cochita fue en empeorando. Entre tantas limitantes económicas en la familia se hizo lo más humanamente posible para contrarrestar el dolor hasta el último momento que viviera. Acompañándola, platicando con ella, consintiéndola y siguiendo las recomendaciones médicas (privadas ante lo poco que se logró con el sector público) al pie de la letra.

Era lo más justo, luego de años de entrega y sacrificios que asumió como parte de la naturalización del modelo de la madre-abuela-bisabuela abnegada que se inculca en sociedades machistas y patriarcales.

Ella educó a tres generaciones (hijas/os, nietas/os, bisnietas/os) y asumió muy regia el liderazgo en la familia todo el tiempo, con mi abuelo y en ausencia de él. Fue clave para reunir a la familia en diversas fechas conmemorativas: su cumpleaños, día de la madre, navidad, fin de año. Disfrutó mucho de esos emotivos momentos, con hijas, hijos, nietos, nietas, bisnietos, bisnietas, amigas y amigos cercanos y cercanas a ella. Le encantaba tener a la familia visitándola.

Pude verla partir, así como ella me vio venir al mundo cuando atendió el parto de mi mama del cual nací yo, en el que trabajó mucho porque fue de alto riesgo, y sin ser médica, con sus saberes de partera, pudo controlar la situación.

La muerte es algo que a todas y todos nos llegará, lo sé, pero verla y sentirla de cerca, pensar en ella, da tanto pánico, sobre todo porque el duelo no es solo por la muerte de quien se va, si no también por el dolor de las y los que quedan. Me ha tocado montón gestionar esta pérdida con serenidad (al menos en cuanto a lo expresivo). Si algo he aprendido estos días es que este papel es necesario en medio del desconsuelo en la familia, sin embargo, el cuerpo me indica que hay que buscar apoyo para gestionar de la mejor todas las emociones que se me rebaten. 

La historia de mi mama conchita me conmueve y me mueve. Me inspira en mi activismo feminista, porque desde luego la cosmovisión machista en la que fue criada la privó del autocuido. Y nos dijo adiós. Murió muy serena y rodea da la familia en su casa, a cómo ella lo pidió. Seguirá en nuestros más preciados recuerdos. 

Gracias infinitas a las personas que de una u otra manera estuvieron preguntando cómo iba todo, a quienes se enteraron y llegaron a dar abrazos confortantes a la familia, y quienes enviaron virtualmente y mediante llamadas o mensajes su pésame. 

*Fotos tomadas en su último cumple, 8 Diciembre 2014








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