No podía ni gritar para pedir ayuda y poder bajar. Estaba recostado boca abajo sobre ese muro, tratando de sostenerme lo más fuerte que podía, con un brazo a cada extremo para no caer. Evitaba mirar al barranco, temblaba del miedo. En mi cabeza estaba la idea: Hasta aquí llegaste.
Apareció de pronto en el sueño, una amiga con la que compartí toda la universidad y realizamos la tesis de licenciatura juntos. Ella hizo varias maniobras para trepar hasta donde yo estaba y lo logró. Fue tan confortable recuperar la tranquilidad.
Ahora les cuento el contexto en el que ocurre este sueño. La chica heroína de esta historia fue la primera persona con la que compartí con toda confianza sobre mi orientación sexual, sí pues, que soy gay.
Un día no común ni corriente que desperté, sentí algo raro en el pecho –más raro que yo- y pasé todo el día así. Obvio previamente viví esas malditas crisis existenciales “no tiene por qué ser más un secreto… necesito que alguien más que yo lo sepa… cómo diablos puedo hablar de esto sin miedos… por qué tiene que costarme tanto hablar de esto”.
Resulta que ese día nos
vimos. La acompañaba a buscar bus cuando terminamos un trabajo de clases, y en el camino me me dijo ¿Querés decirme algo verdad? y
claro que le dije que sí xD ¡Era ese momento o nunca! Por supuesto que nos fuimos a otro sitio. Y así fue como salí del
armario con ella, con otras/os y así el proceso ha ido progresando positivamente hasta el día
de hoy.
¿A qué viene este recuerdo
en mis sueños? Recientemente donde trabajo –en La Corriente- me dieron el chance de invitar a mi mama a un grupo de reflexión entre familiares de
personas lesbianas, gays, trans y bisexuales. Consiente que esto aportaría
a mejorar nuestro vínculo afectivo, me la pasé maquinando por largo
tiempo ¿cómo jodido le digo a mi mama? Mi relación con ella no es conflictiva,
para nada, pero muchos miedos y culpas me han limitado a conversar con ella francamente
sobre mi orientación sexual, sumándole duelos que están a flor de piel en el
entorno familiar con la muerte de mi abuelita, pues ya sabrán cómo me puse
craneando la forma de invitarla, pero lo hice.
Y les cuento que nada de
dramas. Asistió, se integró bien al grupo, conoció a otras madres, abuelitas, hermanas,
hermanos, padres, tías, de personas LGBT y tengo la mayor de las certezas que
en nuestra relación nuevas páginas comenzaran a escribirse y seguramente vendré
aquí otra vez a contarles.
Perdiendo el miedo a las alturas. Cerro La Cruz, Jinotega. Fotografía: Norman Cuba. |
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