jueves, 11 de junio de 2015

Es sano salir del armario

Hace unos días soñé que estaba sobre una pared muy alta, en un sitio que ni idea tengo dónde era. El aspecto me recordó el ambiente de Vida Joven (para que se imaginen conmigo y no distraer con tantas descripciones), pero no era ahí. El punto es que mi respiración era escasa, estaba en estado de total pánico. 

No podía ni gritar para pedir ayuda y poder bajar. Estaba recostado boca abajo sobre ese muro, tratando de sostenerme lo más fuerte que podía, con un brazo a cada extremo para no caer. Evitaba mirar al barranco, temblaba del miedo. En mi cabeza estaba la idea: Hasta aquí llegaste.

Apareció de pronto en el sueño, una amiga con la que compartí toda la universidad y realizamos la tesis de licenciatura juntos. Ella hizo varias maniobras para trepar hasta donde yo estaba y lo logró. Fue tan confortable recuperar la tranquilidad. 

Ahora les cuento el contexto en el que ocurre este sueño. La chica heroína de esta historia fue la primera persona con la que compartí con toda confianza sobre mi orientación sexual, sí pues, que soy gay.  

Un día no común ni corriente que desperté, sentí algo raro en el pecho –más raro que yo- y pasé todo el día así. Obvio previamente viví esas malditas crisis existenciales “no tiene por qué ser más un secreto… necesito que alguien más que yo lo sepa… cómo diablos puedo hablar de esto sin miedos… por qué tiene que costarme tanto hablar de esto”.

Resulta que ese día nos vimos. La acompañaba a buscar bus cuando terminamos un trabajo de clases, y en el camino me me dijo ¿Querés decirme algo verdad? y claro que le dije que sí xD ¡Era ese momento o nunca! Por supuesto que nos fuimos a otro sitio. Y así fue como salí del armario con ella, con otras/os y así el proceso ha ido progresando positivamente hasta el día de hoy.

¿A qué viene este recuerdo en mis sueños? Recientemente donde trabajo –en La Corriente- me dieron el chance de invitar a mi mama a un grupo de reflexión entre familiares de personas lesbianas, gays, trans y bisexuales. Consiente que esto aportaría a mejorar nuestro vínculo afectivo, me la pasé maquinando por largo tiempo ¿cómo jodido le digo a mi mama? Mi relación con ella no es conflictiva, para nada, pero muchos miedos y culpas me han limitado a conversar con ella francamente sobre mi orientación sexual, sumándole duelos que están a flor de piel en el entorno familiar con la muerte de mi abuelita, pues ya sabrán cómo me puse craneando la forma de invitarla, pero lo hice.

Y les cuento que nada de dramas. Asistió, se integró bien al grupo, conoció a otras madres, abuelitas, hermanas, hermanos, padres, tías, de personas LGBT y tengo la mayor de las certezas que en nuestra relación nuevas páginas comenzaran a escribirse y seguramente vendré aquí otra vez a contarles. 

Perdiendo el miedo a las alturas. Cerro La Cruz, Jinotega. Fotografía: Norman Cuba. 

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