lunes, 23 de mayo de 2016

De hombres, motocicletas y fobias LGBTI

Recuerdo una vez en un intercambio de regalos en la iglesia mormona, que era la que visitaba desde pequeño, un niño entregó un regalo a otro niño con un beso en la mejía y un fuerte abrazo, la gente río y otros lanzaron miradas condenatorias. “Los niños se dan la mano”, dijo un papá a su hijo, para “explicar” el porqué de las reacciones.

Desde niño me llamó la atención por qué situaciones así generaban burla o rechazo, pero no el ver a dos hombres en motocicleta. Aquello me parecía curioso, además que me gustaba apreciarlo. Yo me preguntaba por qué la gente se asustaba al ver a dos niños mostrándose afecto entre sí, pero no eso de dos hombres en moto, tan pegaditos, tan cómodos "¿por qué no se escandalizaban con eso?" me decía en los diálogos conmigo mismo.

Ya de grande, me parece un performance homoerótico y homoafectivo la escena de dos hombres en motocicleta, que sin entrar al asunto de  la orientación sexual, esta interacción muy común en el espacio público, muestra que socialmente hay gestos cotidianos que aunque pasen por inadvertidos, evidencian una ruptura entre los discursos conservadores y lo que sucede en la práctica.

Bonito sería por ejemplo, que una pareja de lesbianas o de homosexuales caminaran tranquilamente por la calle, sin recibir ningún tipo de señalamiento, así como nadie se escandaliza ni coloca bajo sospecha a los hombres que bien cómodos disfrutan de su viaje en motocicleta. 


viernes, 13 de mayo de 2016

Comentario sobre caricatura en Confidencial

A mí no me gustó la caricatura que publicó Confidencial, donde aparece Roberto Rivas con gestos “femeninos”, envuelto en una toalla con el texto “Se pelean por mi culpa. Me siento dichosa” y de fondo, personas del PLI agrediéndose por el asunto de las elecciones en Nicaragua, a manera de sátira de la forma en que aparece Joseling Barberena en el vídeo que publicó Acción 10 y que se hizo viral por el humor con el que la joven expresa "Me siento dichosa" por “insistencia del periodista” que la entrevistaba como se menciona en una publicación del Diario Hoy

A mí me molesta como los cuerpos de las mujeres son un espectáculo para los medios de comunicación, sea cual sea la situación. Sensacionalismo cuando es femicidio, burla cuando están involucradas en riñas del barrio o cuando reclaman por algo que les afecta, cosificadas cuando son certámenes de "belleza". Más allá de sexismo también hay clasismo, porque son las mujeres pobres quienes mayormente son las víctimas de la crueldad en los medios.



lunes, 22 de febrero de 2016

Aquellos días en Muy Muy

Comenzaba mis años de pubertad cuando tuve el chance de conocer Muy Muy, Matagalpa. Fue mi primera fuga de la ruidosa Managua, de hacer maletas para dormir fuera de casa por varios días, de realizar el recorrido más extenso en bus, de tener una historia distinta de mis vacaciones de la escuela.

Luis fue quien provocó este escape. Él era de Muy Muy y vino a estudiar su carrera universitaria a Managua. Llegó a mi casa por petición de un primo mío, que era amigo de él, quien solicitó a mi mamá la posibilidad de hospedaje solidario porque ya no le estaba alcanzando para la renta.

Luis viajaba a su tierra cuando tenía vacaciones de la universidad y nos invitaba a ir a conocer a su casa y pasar unos días, él lo veía como retribución al apoyo que tenía en casa. Por un tiempo compartió cuarto conmigo y luego le acondicionaron otro espacio.

Cuando mi mamá le tomó la palabra de viajar a Muy Muy, me llevó con ella. Obvio que iba emocionado. Fue para mí una aventura memorable: el frío, el verdor de los paisajes, la comida, la hospitalidad, el transitar por otras tierras, respirar intensamente en esos vientos norteños, conocer más allá de la burbuja capitalina.

La casa de Luis estaba en la entrada de Muy Muy, cerca de la terminal de buses. Su mamá -maestra, costurera y panadera- le había invertido a la casita para contar con lo necesario. Era ella con apoyo de su mamá y hermanas quienes contribuían a los estudios de este chico y la crianza de sus otros tres hermanos.

Frente a su casa había un cerro bien arbolado. Ese paisaje aún lo conservo intacto en mis recuerdos. Disfrutaba la vista matutina y en las noches era común tertuliar en el corredor, con esa vista y la compañía del frío nocturno.

Uno de sus hermanos rápidamente mostró simpatía conmigo y me despertaba cada día a las cinco de la mañana para ir a traer leche recién ordeñada a la finca de su abuelo. El camino era largo pero encantador. Quebradas, variedad de árboles, gente camino a sus trabajos que saludaban o sonreían con este muchacho y conmigo. Lo que si me resultaba aterrador era el entrar a la finca: pasar entre un montón de vacas que temía me hicieran algo, aunque si bien nunca pasó ningún evento que lamentar.

Aquí me la pasé comiendo delicias: frijol camagua con cuajada, gallo pinto cocido con crema, güirilas, tamales, elotes, atol.

Conocí el río La Cruz. Luis y sus hermanos nos mostraron atajos para ir a zonas del río donde podía darse un chapuzón -bueno yo con mi panita, solo era un adolescente que no sabía nadar-. El trayecto era extenso y se debía cruzar muchos cercos, un puente y enramadas. Fue hermoso al llegar. Una zona boscosa, el sonido del recorrido del agua entre las piedras, el estado frío del caudal. Este río contaba una historia de duelo en esta familia: hace unos años había muerto por ahogamiento uno de los hermanos y ya no lo frecuentaban como antes.

Entre otros sucesos que compartir, una de las noches cuando todos dormían, quedé viendo televisión con los muchachos de esta familia. De pronto, cambiando canales, pasaron por uno que había pornografía –heterosexual- y ya no cambiaron más y yo… y yo… ¿qué creen? ¡Era mi primera vez con semejantes escenas frente a mis ojos!

Nunca antes había visto cuerpos completamente sin ropa en plena relación sexual. Sobre todo, no había visto un cuerpo masculino con sus rincones más ocultos expuestos a la cámara sin censura y ahí fue donde se centró mi atención. Entre la pena, la curiosidad y el placer, me disfruté aquellas escenas que me quedaron grabadas.

Me dio escalofríos, así como cuando cae agua bien fría sobre el cuerpo en la ducha matutina. Me erecté, me humedecí, tenía cara de susto. Vimos ese canal hasta que cerró programación.


Ese viaje significó mucho. Fue la primera vez que me oxigené en tierras norteñas, de tener un encuentro cercano con la naturaleza, despertar con el canto de aves, conversar con gente del campo. Aquí descubrí la pornografía, reafirmé mi atracción por cuerpos masculinos, en aquellos años de pubertad cuando “eso” era mi secreto. Luego de un tiempo, Luis se fue de la casa y perdió contacto. Y también, luego de un tiempo ser homosexual dejó de ser un secreto para mí.

Imagen tomada de http://www.mapasnicaragua.net/muy-muy_matagalpa.html