lunes, 5 de noviembre de 2012

No aplico para la etiqueta y protocolo

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A cuántas personas no les he caído en gracia por uno de mis tantos “defectos”: suelo reír demasiado y de todo, hasta lo más tonto del mundo, a veces de nada. Que absurdo. Sí, y es algo inevitable. De pronto empiezan hacía mí las miradas de incomodidad o los interrogatorios obsesivos, de qué ríes? Porqué ríes? Tal y como me sucede con una compañera de oficina.

Hay unos que ya están conscientes de esto, aun así, ello no implica que no les moleste mi indisciplina.

Y es que cuando algo me produce gracia, no hay nada que me detenga, ni el hecho de estar en reunión o evento con personas con las que debo guardar mi cordura por su “posición jerárquica”. No pienso en los efectos, nunca lo pienso, solo río, aunque me esfuerce por controlarme. Pero cuando quiero, si puedo.

Hasta en un funeral me ha sido imposible comportarme. Recuerdo, por ejemplo, en el sepelio de una colega a la cual nada más conocía por su padecimiento, el caso de una religiosa que se confundió de difunto y llegó a hacer oración a la tumba equivocada, pidiendo disculpas al final. Y lo peor del caso, como pasó ese día, es que cuando veo que otra persona también ríe, me contagio y es imposible contenerme, y aveces, desato un caos total.

De adolescente no olvido cuando mi maestra de sexto grado, que en paz descanse, me sacó de la clase por eso, por reírme, qué indisciplinado no?

Como olvidar el llamado de atención que recibí junto a una compañera de trabajo por contagiarla también, de la risa. Empezábamos pasantías en una organización y para mí fue incontenible no haberme reído de tan desesperante situación que me causó el tono de voz irritable, insoportable y aparte, el interminable discurso de una chica que asistió a una actividad que teníamos en dicha organización. Solo debía presentarse!!! Es que aveces soy intolerable, y la risa es el medio a través del cual exteriorizó la desesperación que me causan algunas situaciones. Así como ésta que comparto. En esa ocasión, aparte de mí y mí compañera, otros más rieron, lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Estaba obligado a recibir ese llamado de atención asumiendo mi culpa y mi falta de respeto.

Definitivamente que la etiqueta y el protocolo no es para mí, y no es primera vez que lo digo ni lo pienso. Río de lo quiero, y aveces de lo que no quiero, desagrado a la gente, incomodo, molesto. Sin embargo de algo estoy muy claro, que burlesco no soy, no me gozo del infortunio de nadie, más que del mío, sí también río de mí. En el bus, en mí cuarto, en la calle, en mí trabajo. Que si soy un loco, si lo soy. Un loco más en este mundo, tenebroso y maloliente a como refiere Onetti.








 

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