jueves, 1 de noviembre de 2012

El teatro de la vida


Definitivamente que la vida es un teatro. En cada etapa de nuestra vida asumimos diferentes papeles como parte de la formación que vamos teniendo influenciada por los diferentes espacios de socialización en los que interactuamos. Así se nos moldea y se exige cumplir una serie de normas que nos permitan ser “personas socialmente aceptables” en un mundo lleno de máscaras, privaciones, dobles discursos e hipocresías. Y de esta forma encajar en el teatro de la vida.

Una sociedad donde ni quien promueve una vida apegada a la normativa social realmente cumple con lo que promulga y al final decimos ¿porqué yo debo ser cómo otros quieren que sea? ¿dónde queda la libertad por la que durante siglos se ha luchado para que cada individuo pueda gozarla?

Cuando por nosotros mismos descubrimos ese mundo de máscaras y nos decepcionamos por la falsedad en la que fuimos formados, es cuando decimos basta!!! Nos cansamos de los dobles discursos de personas que en la práctica bastaría con detenerse a evaluar al menos una de sus acciones y encontraríamos muchas sorpresas.

Ante esta triste realidad nuestro papel en la obra de teatro poco a poco va cambiando. Es cuando iniciamos a valorar lo fundamental en la vida de aprender a actuar y observar con libertad y libre de prejuicios. A no juzgar sino a comprender.

Un proceso que no es fácil dado los roles aprendidos y asignados bajo los cuales fuimos moldeados. Patrones de comportamientos y actitudes  que durante generaciones han prevalecido y que nos fueron heredados. Y que siguiendo la normativa, esperaríamos a que las demás personas asuman roles  por el simple hecho de ser hombre o ser mujer. Y cualquiera que salga de la norma es presa para ser discriminado. 

Una vez que empezamos a desaprender los estereotipos, comportamientos y actitudes  bajo los cuales nos educamos, redefinimos cual es el papel que demuestra mi verdadero yo,  y por consiguiente aprendemos a aceptar, respetar y comprender el papel que cada quien define para convivir y ser feliz en el teatro de la vida, solo así iremos  liberandónos de las máscaras.

En este sentido apuntaríamos a una sociedad justa, libre de violencia de cualquier forma de sus manifestaciones, donde cada individuo goce de plena libertad para ser cómo quiere ser sin sufrir ningún tipo de rechazo, ningún tipo de señalamiento, no ser objeto de rumores, burlas, ni de comentarios recriminativos, ni tampoco ser visto como “raro” por el hecho de no adecuarse y rechazar  lo convencional. Donde nos desarrollemos sin ningún sentimiento de culpabilidad por liberarnos de la normatividad .

¿Asumimos el reto? ¿O preferimos continuar actuando bajo una máscara? Yo al menos hago el intento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario