Muchas de las personas que
hoy se oponen al proyecto del gran canal
interoceánico lo hacen porque la empresa concesionaria no es de la tierra del
#TíoSam, quienes han querido por muchos años apropiarse de nuestro territorio y
riquezas, y que bien sabemos que todo el tiempo ha tenido políticos cómplices, pero
que se han encontrado a un pueblo que se ha resistido fuertemente al
intervencionismo.
Otras lo hacen, incluyendo
científicos -no todos-, porque en la actualidad no son parte de la comisión especial de
este proyecto, y obvio que económicamente no son mega favorecidos.
Utilizan argumentos muy válidos,
pero su causa no es la misma de la campesina o el campesino que obligadamente
tiene que abandonar y “vender” sus tierras que por varias generaciones ha sido
un patrimonio familiar, porque sencillamente por ahí pasará la ruta del canal;
su causa no es la misma de las mujeres que este proyecto las expone a la
violencia, trata de personas, explotación sexual; tampoco es la misma causa de
las personas que están preocupadas por la proliferación del narcotráfico o el
grave impacto en la biodiversidad.
Enterarse de estas
realidades enojan en sobremanera, sin embargo, cuando la causa es justa, la lucha se vuelve un deber, me quedó bien
interiorizado en mi etapa universitaria. Dobles discursos y oportunistas, todo
el tiempo habrán, pero esto no tiene por qué distanciarnos de las problemáticas
sociales y políticas, también tenemos la responsabilidad de poner de nuestra
parte, sino nos jodemos.
Yo quiero a Nicaragua y
nuestro pueblo sin heridas y estoy consciente que el mega proyecto del canal
favorecerá a grandes potencias económicas y élites políticas, menos a la señora
a la que le compraba mango o jocotes a fuera de la UNAN – Managua por ejemplo, quien hace poco que la encontré
muy cansada en el bus me contó que “cada
vez la vida se pone más dura y que no queda de otra que jugársela”, cuando
le pregunté si continuaba vendiendo en esta universidad.
Sea una empresa del #TíoSam
o del #DragónChino, sea un gobierno neoliberal o “socialista”, yo alzo mi voz y
me uno con aquellas y aquellos que no quieren canal por el golpe que nuestro
territorio y nuestra gente va a tener con este sueño mojado de los capitalistas
de todos los tiempos.
También creo que no tengo
porque silenciar lo que pienso de aquellos que quieren ser “portavoces”, o al
menos así se visibilizan mediáticamente, de una problemática que les “indigna”
pero en este contexto, porque en otro, simplemente evitarían hablar del tema, y
otros serían cómplices para vender la mentira que el canal es la varita mágica
que resolverá todos los problemas de la ciudadanía.
Soy de la idea que es sano
construir habilidades que nos permitan identificar las trampas en el discurso
oportunista. En mi experiencia esto alimenta mi espíritu investigativo, mi
reflexión y mi crítica, me permite construir mi propio discurso, lejos de
fanatismos, pues “casi siempre hay debajo
móviles más complejos” decía Ernesto Sábato.
El sistema político apesta,
pero que no hay que desencantarse, porque por ahí andan locas y locos queriendo
hacer las cosas de otra manera, solo hay que activar el radar.
¿Por qué hay que oponerse al
mega proyecto del gran canal? Pienso que los argumentos más válidos están en
las personas directamente afectadas, aquellas y aquellos que no fueron
consultadas/os si estarían dispuestas/os a abandonar sus hogares en nombre del
“desarrollo” para Nicaragua; a quienes los desastres en el Gran Lago de
Nicaragua les generará gravísimas consecuencias de sobrevivencia humana; las
mujeres, niñas y adolescentes que estarán expuestas a problemáticas que sin canal
preocupan tanto y que a pesar de la presión y movilización social, no hay
interés estatal para buscar soluciones; esas
y esos que sin miedo alguno se han tomado las calles de sus comunidades para protestar
y mostrar su desacuerdo con el Estado por la concesión del canal.
A las exigencias de estas y
estos protagonistas hay que prestar oído y no hacernos las/os ciegas/os,
sordas/os y mudas/os, como hemos hecho con los enfermos de la insuficiencia renal
crónica (IRC) de Chichigalpa.
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