miércoles, 5 de marzo de 2014

Dejando ir miedos




 Aun me acuerdo de aquel taller en que cada participante representaba en un dibujo algo con lo que se identificara o que le inspirara en su vida. Podíamos hacer uso de colores, crayolas, temperas, lo que nuestra creatividad necesitara para plasmar eso que simbolizaba nuestro proyecto de vida. 

Yo a diferencia de otras/os no necesité de mucho, más que un crayón y una hoja. Una vez que todas/os habíamos concluido comenzamos a explicar qué significaba para nosotras lo que habíamos pintado en papel. 

Varias/os se extendieron comentando porqué representaban sus motivaciones con una mariposa, estrellas, soles, árboles o montañas. Cuando les escuchaba pensaba que era mejor no compartir mi dibujo. Se me ocurría buscar la manera de cambiarlo, dibujar y decir algo común, que no fuera muy intimista.

Si algo me invadía en esos tiempos era la inseguridad, por algo lo que había dibujado en mi hoja. Cuando las/os demás se habían lucido con sus creaciones, yo solo tenía en mi hoja un signo de interrogación. 

No es que no tuviera sueños, eso es lo que me da vida, sino que se me dificultaba simbolizarlo en un dibujo. Mi creatividad estaba acortada por mis temores. Mi mente se bloqueaba y me sentía incapaz de darle forma y color a lo que creía que me representaba. 

Aterrizando en el presente, hace unos días compartía con jóvenes activistas un proceso formativo y pude ver cuánto he avanzado en lo que refiere a dar pasos seguros. El equipo facilitador nos orientó el mismo ejercicio, con una variante, no dibujaríamos. Debíamos hacer una figura con una varía flexible que parecía una culebrita. Pensé un poco, pero está vez preguntándome qué tan seguro estaba de mi representación. 

La forma que moldee con mis manos fue la del mar mediante movimientos ondulares en la pequeña varía, asemejándolo con las olas. Pensé, la mar nunca está quieta. A veces se enfurece, pero a veces está calma. Con el sonido del chocar de sus olas demuestra que tiene mucho que contar. El viento le acaricia, le llena de libertad, frescura, energía. Es tan diversa, que en la profundidad o en la superficie, siempre hay mucho qué explorar, qué descubrir. Por más que se bucee, no deja de guardar secretos. Es tan salada, sí, pero cada día se deleita con la salida del sol. Siempre evidencia que ahí, hay vida. 



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